Toda la vida se ha visto a los programadores y demás calaña como frikis.
Esa dichosa palabra españolizada para que la gente no se lie al prunciar freak.
Y, en lugar de ser algo bueno, en españa se usa como lo peor de lo peor.
Ser friki no solo es ser el vendedor de tebeos de los simpsons.
Ser friki es un orgullo.
Tanto que algunos taraos celebran el día del orgullo friki, que es el 25 de mayo.
En los malos momentos nadie quiere ser el friki-programador.
Pero cuando llegan las pandemias, los ertes, los paros, los eres y las guerras los programadores son los buenos.
Al menos ellos pueden seguir pagando la hipoteca.
Mira,
En pandemia estabamos todos acojonados.
Pensabamos que nos ibamos a la calle todos.
Y al final echaron al erte a toda la empresa excepto a los programadores.
Eramos la elite.
Si se iba uno, lo más probable es que se fuesen varios por el efecto manada.
Así que a los directores no les convenía.
Quiero decir que programar te puede gustar más o menos.
Te puede parecer más glamuroso o más hortera que ponerte un mocho de peluca.
Pero es indiscutible que hay más trabajo del que se puede cubrir.
Y como hay tanto, ya se está empezando a buscar programadores de fuera para cubrir esas plazas.
Y te voy a decir una cosa, dudo que siendo reponedor, bibliotecario, periodista o camarero te llegues a sentir tan realizado como se consigue programando.
Nada en contra de estas profesiones, que yo varias de ellas las he tenido mucho tiempo.
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